lunes, 27 de julio de 2009

GIL

A pesar de todo, o todos, él estaba ahí, el porqué no era algo trivial, todos lo conocían pero nadie lo sabía. Se paraba afuera de la iglecia y miraba como la gente entraba y salía con sus pecados a cuestas. De él decían que era un miserable hereje con cara de pena, que adolecía de razón y que así era desde su adolecencia. Igualado a la nada sólo él habitaba la vereda de esa forma y lo hacía con los pies mojados o con su pelá dorandose al sol. Y cuando uno de esos que salía de la iglecia se le acercaba a darle una monedita, él sin ningún resparo le gritaba GIL! en la cara.