lunes, 27 de agosto de 2007

la lluvia

La lluvia era mi compañera, la que toda mi vida me hizo feliz, ahora era mi compañera en el epicentro de mi pena, en los peores momentos que he vivido en mi vida, que no es tan larga.
Una tarde lloviznando después del colegio, una tarde en que y fui conciente del daño inconciente que él me estaba causando, pensé en mi, y yo ya no quería mas de eso y le dije a mi cabeza y a mi corazón; “esto tiene que acabar, nuestra relación tiene que terminar ¿ese es el remedio? ¡¡No quiero llorar más!!
Hacía frío, caían unas pocas gotas, siempre constantes. Estábamos parados en un silencio sepulcral en la parada de la micro, él esperaba que yo me fuera y las micros que me traían a casa se acercaban unas tras otras pero todas se alejaban sin mí en ellas. Yo estaba esperando poder hablar, en mi mente la frase se repetía unas mil veces, de mil maneras, pero no lograba llevar esa frase a mi boca; “tenemos que terminar”, pero no podía, no tenia voz, no tenia fuerza ni valor, de un momento a otro me quedé completamente muda, no sabía hablar y eso me desesperaba fuertemente, me envolvía en rabia y lloré , otra vez, lloré mucho, lloré lento, lloré a mares, con pena, con rabia, llore mucho rato, y él guardaba silencio, no pregunto porqué, solo me abrazo con su incertidumbre de porqué de un momento a otro, sin motivo aparente yo comencé a llorar, y a llorar sin poder hablar nada. Mientras todo esto pasaba, en la ciudad lloviznaba. Después me calmé un poco, tomé la micro y me fui.
Siempre que llovió ese año yo solía llorar con el día. Durante 16 o 17 años la lluvia fue para mi puro motivo de felicidad pero ese año fue mi triste compañera de llanto. Tal vez mas adelante cuente otro día triste de lluvia, pero este día, no sé, es de esos días que marcaron a mi pena.

domingo, 19 de agosto de 2007

...



! ! ! EL MUNDO ESTA ENFERMO ! ! !

jueves, 9 de agosto de 2007

No puedo llorar...

Sintió un nudo amargo en la garganta, el presente y el pasado ya no los podía modificar, mas no quería ver el futuro cruel, bien sabía él que si derramaba una lágrima derramaría otra y que tal vez no las podría detener, así que respiró profundamente el aire tibio de la sala de espera de la clínica y se dijo a si mismo “no puedo llorar” y no lo hizo, al menos mientras caminaba hacia el ascensor dejando a todos los que lloraban atrás, no se despidió de nadie, sólo tomó su chaqueta y su bufanda y salió del río de angustiosos lamentos.
Afuera corría un viento tan helado que se abrigó, salió de la Clínica y caminó luchando con el viento que le congelaba la cara, caminaba y no sabía a donde iba, estaba tan concentrado en evitar las lágrimas que solo y sin saber cómo llegó a aquella plaza con los árboles desnudos y con las hojas que volaban y le rozaban el rostro, se dio cuenta donde estaba y ese nudo amargo se volvió mas tortuoso aun y se repitió con rabia “no puedo llorar!”. Se sentó en una banca y llevo sus rodillas al pecho, escondió su cabeza entre sus manos y estuvo así un par de minutos, el viento soplaba rudo y triste como hecho para esa ocasión, de pronto tuvo ganas de fumar y por suerte le quedaba un último cigarro medio arrugado en el bolsillo interior de su chaqueta, lo puso entre sus labios y se dio cuenta de que no tenía fuego para encenderlo, pero vio que a lo lejos caminaba un anciano bien parado con un cigarro entre sus dedos y corrió para alcanzarlo y le pidió el anhelado fuego, el hombre lo miró a los ojos un momento y él se incomodó pero finalmente el anciano le pasó una caja de fósforos, le fue difícil por el viento prenderlo y cuando lo logró vio que le anciano ya había adelantado su paso, pero no lo quiso alcanzar y guardó la caja en el bolsillo de su pantalón de cotelé café, caminó hacia la banca y comenzó a aspirar el humo que al botarlo por la boca se perdía rápidamente con el viento. Pensó de pronto que no la volvería a ver nunca mas y nunca esas palabras habían sonado tan duras, sabía que no la oiría respirar jamás, que sus labios no serían un nuevo beso y no diría otra vez esas palabras adultas y solemnes que tanto a él le gustaban, así por primera vez sintió que algo era finito y justamente tenía que ser la vida de ella, sintió que algo le golpeaba fuertemente en el alma y ese nudo en la garganta se volvió incontrolablemente amargo, el presente y el pasado ya no los podía modificar, mas no quería ver el futuro cruel, bien sabía él que si derramaba una lágrima derramaría otra y tal vez ya no las podría detener, pero al menos esta vez no las pudo evitar.

Mariana Wilde

jueves, 2 de agosto de 2007

Extracto de "vieja"

"... De cierta forma la vejez y la niñez son las mejores etapas de la vida, cuando uno es niño hace planes, proyectos y sientes la fuerza para poder realizarlos, independiente si se pueda o no, uno sueña, sueña por que tiene todo el tiempo para soñar, por que ni siquiera preocupa el hecho de que tal vez los sueños no se vuelvan realidad, es cierto que cuando uno crece se va poniendo serio pero no en todo el sentido de la palabra, a veces nos limitamos a soñar por que realmente sabemos que ciertas utopías no se vuelven realidad y evitamos esa decepción, entonces nos conformamos con lo que hay certero en la tierra y si queremos echar a volar la imaginación empezamos a cuestionarnos cosas y le buscamos “la quinta pata” a todo, hoy en día parece que eso es ser adulto (...) Cuando era niña hice planes, tuve sueños. Cuando fui adolescente mis planes ya no eran tantos y mis sueños eran un poco mas y antes de embarazarme decidí que jamás dejaría de hacerlo y cumplí, están todos en mis libros. La vejez es para esperar sentado a la muerte intentando estar saludable para cuando llegue, por eso tomamos tantas pastillas, pero uno vuelve a tener tiempo para soñar y para recordar y es hermoso, por que estos sueños ya no son proyectos junto con las fantasías, cuando uno es viejo se nutre de puras fantasías y ni siquiera importa que se cumplan o no. Mi vida no fue fácil pero fue más feliz de lo que tal vez merecía, pero viví y fue mi vida."

Mariana Wilde